domingo, 7 de junio de 2015

Talayots Baleáricos

El fenómeno del megalitismo se extendió por Europa hacia el año 3000 antes de Cristo. Dólmenes, mehires, cromlech, alineamientos, etc. eran construcciones realizadas a base de gigantescas rocas que por su majestuosidad se han convertido quizá en los símbolos más característicos del Neolítico.

Estas edificaciones proliferaron también a la Península Ibérica y llegaron a las Islas Baleares, pero allí se desarrollaron con unas características muy particulares.

Los primeros pobladores de las Baleares debieron llegar en torno al segundo milenio antes de Cristo procedentes del norte de África. Aunque inicialmente sólo realizaron construcciones con materiales perecederos, poco después comienzan a aparecer dólmenes, navetas y enterramientos en cuevas artificiales que progresivamente se van haciendo más complejos.


Aunque no se sabe con certeza, todo parece indicar que en algún momento de ese segundo milenio se produce un cambio en la estructura social de aquellas gentes. Las hasta entonces pacíficas sociedades dejan de estar articuladas en torno a un núcleo familiar y empieza a vislumbrarse en ellas una fuerte organización jerárquica. La influencia de la cultura del Vaso Campaniforme y de otros pueblos megalíticos mediterráneos serán otros factores que contribuyan a originar lo que se conoce por Cultura talayótica, en referencia a los llamados talayots (aumentativo de atalaya), los monumentos más emblemáticos de la antigüedad de las islas.

Al principio los monumentos consistían en túmulos escalonados, pero a medida que avanza la Edad de bronce empiezan a construirse un gran número de torres troncocónicas realizadas todas ellas a base de enormes piedras ciclópeas, colocadas horizontalmente formando un talud, pero cuyas tipologías difieren entre Mallorca y Menorca.

Las tipologías de talayots son variadas y, aunque los más abundantes son los de planta circular, también se ha hallado de formas rectangulares o cuadrados. Suelen tener una o varias cámaras en su interior, y en función de la distribución de éstas, se han establecido varias categorías. Algunos alcanzan hasta nueve metros de altura, con columnas centrales para sostener los pisos superiores.







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